Tu sanación.

Siempre has tenido la capacidad de transmitirme exactamente lo que necesitas de mi con apenas un puñado de palabras. Sin ir más lejos, recuerdo la última vez que estuviste enferma. El móvil vibró y tu concisión llegó a mi a través de whatsapp: «Ven y sáname. YA».

 

Y como tantas otras veces me alegré enormemente de que hubieses decidido hacerme una copia de las llaves de tu casa, ya que eso me permitió entrar y descubrir que en ese momento dormías plácidamente y tu respiración era mucho más clara y profunda que la tarde anterior y que ni una sola gota de sudor perlaba tu frente, así que los caldos, los baños y las medicinas podrían ya dejar paso a otro nivel de sanación.

Tampoco pude reprimir una sonrisa mientras te miraba en silencio pensando en que en cualquier otro momento te querrías morir al saber que te había estado observando con semejante revoltura en tu pelo, compuesta grosso modo por una especie de moño desmadejado, apenas sujeto por una goma que debía haber pasado tiempos mejores cuando aún mantenía viva su principal característica: la elasticidad.

En cualquier casoz he intentado decirte un número suficiente de veces que siempre me has gustado, independientemente de tu aspecto. Me resultas igual de sexy cuando te vas por la mañana a trabajar siendo la elegancia personificada que cuando llegas por la tarde con cara de cansada y echando pestes de alguno de esos atascos que pareces incapaz de evitar. Lo mismo me da que aparezcas absolutamente despampanante por el pasillo preparada para salir a cenar que al despertarte un domingo horas más tarde de lo habitual, con el maquillaje completamente descompuesto, las bragas del siglo pasado que utilizas los fines de semana para dormir solo porque no ejercen ya presión alguna sobre tu piel y alguna de mis viejas camisetas, que deberían quedarte enormes, pero por esa gran obra que la naturaleza ha hecho contigo dotándote de un pecho absolutamente irresistible, consigues seguir marcando un perfil que me induce a una sola cosa: soñar con no dejar de recorrerlo cada uno de los días que me queden de vida.

E incluso estando ligeramente enferma, mientras te observo, mis pensamientos no difieren en absoluto de lo habitual cuando mi mirada se cruza con tu cuerpo. Y no puedo evitar sentarme al borde de la cama con el mayor sigilo posible para evitar que te despiertes y aprovechar esa manía tuya de acabar durmiéndote con el edredón aprisionado entre tus piernas para extender mi mano y rozar tu muslo con la yema de mis dedos, sintiendo tu piel, deteniéndome como si el mero contacto de la yema de mis dedos con la piel de tu muslo desnudo pudiese hacerme formar parte de ti.

Acariciándote de tal modo que mi pensamiento me abandona un momento hasta que el calor de tu piel y un ligero movimiento para acomodar tu cuello sobre la almohada me devuelven a la realidad.

Y en la realidad, mientras una de mis manos acaricia tu muslo, la otra se dirige hacia ese moño indescriptible para introducirse bajo tu pelo alborotado y que mis dedos te provoquen esa sensación que adoras cuando estás despierta. Nunca olvidaré tu cara de sorpresa al descubrir que con solo una de mis manos podía provocarte las mismas sensaciones que tenías con aquel aparato de alambres que habías comprado en una feria y que se llamaba orgasmatrón.

Y una pequeña colección de suspiros, quejidos, gemidos y medias sonrisas envueltos en sueño empiezan a traerte de vuelta conmigo, y con tus ojos entreabiertos y una sonrisa no eres capaz de ver ni oír nada más allá que mis labios y mi voz llenando tu cabeza con unas pocas palabras que, a tu modo, si por algo captan tu atención es por su concisión y claridad: «Hoy voy a ser tu orgasmatrón».

Y cuando sientes la mano que estaba en tu muslo acarciando tu nalga bajo tus bragas sabes que no me refiero a masajear tu nuca y tu cuero cabelludo con mis dedos. Así que giras de nuevo tu cuello ya despierta, risueña y sin dignarte a contestarle hasta hundir tu cara en la almohada y quedarte tumbada completamente boca abajo, haciendo que el edredón se desenganche del abrazo de tus piernas y que ahora tus nalgas y tus muslos queden completamente a merced de mis manos.

Y como privarte de tu sueño ya no está entre mis preocupaciones decido arrodillarme sobre tus piernas, manteniéndome ligeramente alzado para no ejercer peso alguno sobre tu cuerpo y comienzo a madajear tus hombros y tu espalda, lenta y suavemente, hasta que tu cuerpo se vaya acomodando a mis manos, riendo para mis adentros al pensar que ahora mismo estarás completamente concentrada en evitar que se escape por la comisura de tus labios ese pequeño hilillo de baba que nunca eres capaz de retener cuando te toca alguna de mis sesiones de masaje.

Pero hoy eso no va a estar entre tus preocupaciones, porque antes de hacerte llegar a ese estado mis manos siguen bajando por tu cuerpo hasta encontrarse con el elástico de tus bragas, hundir en él mis dedos como si no hubiese en el mundo otro lugar al que agarrarse e ir tirando hacia abajo al tiempo que te hago sentir mis dedos clavándose en tus nalgas y que sientes como tus bragas recorren tus muslos y tus piernas hasta que hago que esquiven el último obstáculo que nos plantean tus tobillos y salvo por mi camiseta vieja, acabas quedándote desnuda.

Pero lo mismo da, porque realmente en tu cerebro no hay espacio para nada que no sea concentrarte en mis dedos acariciando tus muslos, clavándose en tus nalgas, pasando de la presión mas firme a apenas rozarte con la yema de los dedos manteniéndome siempre sin cruzar el límite para evitar hacerte cosquillas. Solo quiero que te concentrar en sentir, en sentir mis manos recorriendo tus muslos, acariciándote, mientras me voy dejando caer sobre tu espalda y sientes el peso de mi cuerpo sobre el tuyo al mismo tiempo que mis labios besan tu nuca, muy despacio, muy suavemente, y ya no puedes evitar mover inconscientemente tus caderas tratando de buscar mi polla con tu culo. Sabes perfectamente que apenas puedo controlar mis erecciones en cuanto no hago nada más que tocarte. Te encanta saber que me pones la polla completamente dura incluso a veces con solo mirarme y que, además, siempre que tú quieres no me permito correrme hasta que me lo pides, me lo ordenas o me lo permites.

Y así, con mi lengua recorriendo tu nuca y tu cuello, consigues al fin sentir mi polla entre tus nalgas, y comienzas a mover tus caderas para masturbarme, apoyando cada una de tus manos a los lados de cada una de tus nalgas para aumentar la presión sobre mi polla, que queda aprisionada entre tus nalgas y tu abdomen.

Pero ese no es el juego al que he venido a jugar, así que me voy separando con la suficiente lentitud como para que tu culito no empiece a echar de menos a mi polla y mis labios y mi lengua deciden ir bajando por tu espalda recorriendo tu espina dorsal hasta alcanzar la curva que se dibuja al final de tu espalda y que da comienzo a un tramo de carnes prietas y a la vez más tiernas que nunca he podido evitar morder siempre que se han puesto al alcance de mi boca, hacerte sentir la presión de mis labios y mis dientes en tus nalgas mientras me voy poniendo de rodillas a tu lado y con una de mis manos hago que tu pelo se deshaga de esa goma putrefacta que no cumple ya función alguna y que sean mis dedos los que se encarguen de sujetar tu melena en una cola que me va a permitir tirando de ella hacer que te incorpores poco a poco hasta ir colocándote a cuatro patas, con tu culo en pompa y tus muslos ligeramente abiertos, lo suficiente para que cuando me deje caer sobre la cama rodando detrás de ti, pueda rodear tus piernas con uno de mis brazos y atraerte hacia abajo hasta que tu coño quede al alcance de mi boca.

Y para mi satisfacción es una lección que tienes ya aprendida y sin apenas esfuerzo alguno puedo girar mi cuello hasta sentir como apoyas tus labios cálidos y húmedos en mi mejilla, puedo inspirar profundamente hasta sentirme completamente lleno de ti, pero no saciado, y por eso, inclino mi cuello un poco más para poder lamer el lugar del mundo en el que decidiría dejar mi lengua si no tuviese que llevármela a todas partes.

Y me encanta sentir como mueves tus caderas para follarte mi boca mientras mi lengua te recorre pliegue a pliegue, poro a poro, gota a gota, llenándome de ti a través de todos mis sentidos, saboreandote, respirandote, escuchando tus gemidos, acariciando tus muslos, viendo ante mis ojos como estás más y más mojada cada vez, como mi lengua se llena de ti y como a la vez que aumentan la intensidad de tus gemidos me va costando más tragar todos tus fluidos mientras mi lengua juega entre tus labios, entrando y saliendo en ti, y como mi salivación aumenta al mismo ritmo que tu lubricación. Como adoro comerte el coño. Si pudiese hacer una sola cosa contigo no dudes que ni por un segundo se me pasaría por la cabeza hacer ninguna otra.

Pero tú necesitas más, así que sin que medie palabra comienzas a alzar tus caderas levantando de nuevo tu culo, y yo no tengo otra opción que ponerme en pie detrás de ti mientras bajas tu cabeza hasta hundir tu cara en el colchón manteniendo tus caderas completamente alzadas, y yo sujeto mi polla con mi mano hasta restregar mi glande por tus labios, dejándole entrar apenas unos milímetros dentro de ti en cada pasada, solo para sentir en mi polla lo caliente y lo mojada que estás antes de que en una de esas pasadas flexione ligeramente mis rodillas y sin soltar mi polla sientas como te penetro hasta que la mano que la sujeta impacta en tu culo, y como en ese momento aparto mi mano y cuando pensabas que estaba completamente dentro de ti al verse libre de la sujeción de mi mano aun se hunde mas adentro.

Y ahora puedo aprovechar que mis dos manos están libres para apoyar una en el centro de tu espalda mientras con la otra cojo de nuevo tu pelo tirando de él hasta obligarte a arquear tu espalda mientras sientes las embestidas de mi polla palpitante dentro de ti, tan dura como siempre ha estado para ti, tan dispuesta a no dejar de follarte hasta que me supliques que pare.

Y siempre que decido follarte en esta postura soy incapaz de contentarme, así que no puedo evitar rodear tu cuerpo para follarme a ratos tu boca, para meterte mi polla empapada de ti en tu boca hasta hacer que tú misma seas consciente de lo deliciosa que eres.

Pero como mi principal misión hoy es tu sanación decido por fin arrodillarme detrás de ti, agarrarme a tus caderas, y empezar a follarte dejándote completamente libre, con tu espalda recta y tu rostro alzado, separado de la cama lo suficiente como para que con cada una de mis salvajes embestidas sientas tus tetas bambolearse y que puedas alargar una de tus manos para acariciar tu clítoris y que cuando crees que la fuerza que ejercen mis muslos al chocar contra tus nalgas no puede ser mayor y que la fuerza de mi polla abriéndose paso en tu coño ya no puede ser más intensa termines siendo absolutamente incapaz de controlar tu cuerpo por más tiempo y en medio de temblores, gemidos, gritos y jadeos lo único que sale de tu boca es repetir incansablemente mi nombre mientras te corres como jamás habrías imaginado esta misma mañana cuando creías que tu único horizonte era un día más de fiebre, cama, temblores…

¿Y no es acaso eso mismo lo que al final has obtenido?

 

 

Deja un comentario